Mi Gran Boda Granadina: Las Fotos Buenas (I)

Lo de "Gran Boda" es por recordar la película, no creáis. Mi boda no fue nada ostentosa, pero sí que quise darle muchos toques personales para hacerla especial. Aquí os enseño las mejores fotos y os cuento las anécdotas (buenas y malas).

I tried to have a very personal and special wedding, and I think I achieved it. Here you have some of the best pictures and anecdotes.


Tengo más de 400 fotos que nos hizo mi buen amigo Juan Jerez, al que os recomiendo seguir porque es un fotógrafo increíble (y arquitecto, e historiador del arte, y grandísima persona), pero no os preocupéis que os voy a enseñar sólo una muestra. Aunque voy a dividir el post en varias partes porque si no se va a hacer eterno. Hoy, el peinado, el maquillaje, el vestido y los complementos.

Como os decía, y como en toda boda, hubo anécdotas para recordar y olvidar. Aunque una marcó todo el desarrollo de la celebración: el maestro de ceremonias, un amigo de David que es actor y mago, se quedó tirado en Valdepeñas dos horas antes del comienzo de la ceremonia, que era a las 20:30. Y hasta las 20:00 no salió de allí en un taxi (no me preguntéis por qué tan tarde, porque sigo sin explicármelo). De Valdepeñas a Granada, para quien no lo sepa, hay dos horas de viaje. Así que haced cuentas. Me tiré dos horas en la habitación donde me preparé ya lista, esperando a que llegara este hombre para poder bajar y empezar todo. Y, mientras, todos los invitados ya en el lugar de la celebración, esperando. Tensión máxima para mí, claro (los invitados, como luego me contaron todos, estuvieron muy a gusto porque estaban en el claustro de un hotel que fue un convento en el siglo XV, precioso, y les fueron sirviendo bebidas). Y mi padre ni os cuento... 

En fin. Lo bueno, como me decía Juan Jerez, es que tuvimos tiempo de sobra para hacerme mogollón de fotos. Eso sí, haciendo malabares con la luz porque la suite era preciosa pero algo oscura. De hecho, improvisamos un estudio usando las lámparas que había!!

El peinado, ya lo sabéis, fue algo con lo que dudé un tiempo aunque finalmente me decanté por mi idea inicial: llevar el pelo suelto. Eso sí, para darle un punto especial Lina (de Peluquería Ganivet) y yo decidimos hacer unas ondas al agua y además llevarlo ligeramente hacia un lado -porque además el vestido tenía la espalda de encaje transparente y queríamos que se viera). También nos ayudamos de unas extensiones de pelo natural que me compré en Mazuelas (podéis verlo aquí) para dar algo de volumen. Extensiones a las que, por cierto, espero darles mucho uso porque no se notan nada artificiales y al ser de pelo natural pueden moldearse como queramos (y las encontré de un tono extatamente igual al de mi pelo, pero mira que es difícil porque no soy morena, ni castaña, ni rubia; toda la vida siendo bronde y me entero ahora, jajaja). El resultado fue un peinado con el que estuve muy cómoda y con el que me sentía "muy yo". No quería que con el paso de los años, al ver las fotos, no me reconociera con un moño que no llevo nunca.



El maquillaje me lo hizo María, de Mac. Desde el principio me cogió también la idea de lo que quería: nada de ese no-make up típico de las novias. Yo, cuando me arreglo me maquillo bastante los ojos, así que eso era lo que quería. Pero, como no era cuestión de llevar un ahumado negro, utilizamos tonos champagne y dorados en las sombras y un eyeliner bien definido. Para la piel, un maquillaje fluido pero mate para mi piel grasa y toques de iluminador dorado en puntos estratégicos. Y en los labios un tono coral con brillo. Todos los productos, como es normal, de Mac. Además, María se esmeró viendo que teníamos tiempo de sobra (nos enteramos del retraso cuando estaba terminando de maquillar a mi madre, a la que dejó espectacular, por cierto).


[Mientras me maquillaba me puse la bata que utilizó mi madre el día de su boda]







El vestido, regalo de mis padres, era el modelo Yaela de Pronovias de la colección 2014, del que me enamoré nada más verlo en la web. De hecho, cuando acordé la primera cita con ellos para la primera toma de contacto, me dijeron que aunque me probara más modelos, después de verme ese no querría otro. Y cierto es.




Ese vestido me encantó porque es entero de encaje y tiene manga francesa (no quería nada de tirantes ni palabra de honor). Además, tiene una caída perfecta y no pesa nada, lo que lo hace comodísimo. Lo había en versión corta y en versión larga, pero yo quería las dos, así que me hicieron el arreglo para poder quitar la parte de abajo en el momento del baile. Y fue una sorpresa para todos. 

Que a día de hoy me diga todo el mundo (TODO EL MUNDO) que llevaba un vestido precioso me alegra mucho. Es más, me hizo mucha gracia que uno de nuestros amigos, hombre, me dijo "mira, los hombres no nos fijamos mucho en esas cosas. Vemos a la novia y pensamos si está más guapa o menos guapa. Pero tu vestido, y repito que los hombres no nos fijamos en esas cosas, era espectacular". Me partía de risa.
















Los zapatos eran unas sandalias doradas que compré en una tienda de Granada (Ceci, gracias por la recomendación). Súper cómodos a pesar de lo altos que eran gracias a una ligera plataforma, pienso ponérmelos muchas veces -por eso no quería los típicos zapatos de novia blancos-.




Como complementos o joyas sólo llevé unos pendientes de esmeraldas de mi madre. Yo normalmente sólo llevo pendientes y reloj (y ahora mi alianza), y además el vestido de por sí no necesitaba nada más. 




En el próximo post os cuento cosas de la decoración y la hora del baile, con algo que gustó a todo el mundo.

Espero que todo este tostón y este post taaaaaan largo os haya gustado. Y si alguien quiere ayuda porque está preparando su boda, a su dispo estoy.

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